6/21/10

La canción Más Hermosa del Mundo, en un oscuro momento





Alguien dijo por allí que este era el fin de una época, algún comentarista en México al referirse entre otras cosas, a las recienes desapariciones de los escritores José Saramago y Carlos Monsiváis. Hoy, solsticio de Verano...el día más largo del año. En California, eran casi las nueve de la noche y el sol comenzaba a ocultarse. A punto de iniciar mi viaje a México, una entrañable amiga del DF me confesaba su desamparo ante la muerte de Monsi. Yo, anticipando un sentimiento igual al pisar suelo azteca, y ver qué falta nos hacen los que se fueron, sólo atiné a escucharla cuando recorría la lista de los recién partidos: Montemayor, Gabriel Vargas, Bolívar Echeverría, Saramago y el más reciente Monsi...por contar a algunos. Mi amiga y yo compartimos algunas marchas estudiantiles, en las que casi nunca faltaba la figura de Monsi al frente. Ubicuo en nuestras vidas, y en las de muchos capitalinos, volví a tener la fortuna de escucharlo recitar unos poemas el año pasado, acompañado de otra amiga entrañable, aquí en California, en su última visita al exterior quizá. La lista de los de muerte natural, que no documenta nuestro optimismo, se une a la lista de más de veinte mil caídos por la guerra contra el narcotráfico. Esa es una parte del desamparo que nos hunde más en la tristeza ante la partida de estas mentes lúcidas y creativas de nuestro tiempo. Me pregunto, ¿sigue siendo la guerra, una estrategia antigua y no siempre efectiva, la única manera que tiene la política de lidiar con lo indeseable? ¿por qué somos tan prestos a consentir lo épico sin chistar? "Es que no podemos dejar el país en manos de los malosos" me contestaría el bienintencionado comentarista (probablemente de El Universal). En vez del silencio, le contestaría ¿entonces, cuando nacimos todos los que tenían el poder eran buenos? Tendremos que seguir dividiendo así el mundo entre malos y buenos y moralinas fáciles para sostener lo insostenible. Quizá el cambio ético sea más duro que enfrascarse en una guerra.

Pero seguimos, gobernados por épicos burócratas, arrastrados a esta guerra fácil y a esta desazón que ningún gadget del mercado puede curar, que ningún producto puede aliviar, ni ninguna campaña publicitaria vendiendo remedos de países puede acallar.

Sigo escuchando a Sabina...para disipar las penas. Una hermosa canción que habla de las babas del mar y de las páginas encintas de los blocks de los trotamundos. Restar y seguir.

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