1/28/10

La Música Romántica y sus Modelos Patriarcales

Por Antonieta Mercado Anaya



Crecí en México escuchando la música de mis padres y viendo películas de la época de oro del cine mexicano. Muchos fines de semana, nuestra numerosa familia se reunía frente al televisor en donde éstas películas se repetían a un auditorio más o menos cautivo, ya que mucha gente en México no tenía acceso al cable. Asimismo, con índices de lectura tan bajos, de apenas un libro por año por mexicano, tampoco había acceso a los libros para así tener un espectro más amplio de modelos de conductas fuera del entorno del hogar o los medios masivos de comunicación. 

A pesar de que siendo niño uno busca reflejarse en los modelos de conducta que recibe de su entorno, para las niñas como yo era difícil identificarse con las heroínas de las películas.  Dichas heroínas o eran muy románticas, llenas de pureza y al final conseguían al galán quien casi siempre era Pedro Infante o Jorge Negrete.... o pertenecían a otra clase de mujeres: Las casquivanas y rumberas. Estas últimas se la pasaban más o menos bien en la pantalla, bailando y vistiendo trajes luminosos. 

A decir verdad, yo prefería más a las rumberas como modelos a seguir, que a las heroínas románticas, que se la pasaban llorando y pasivamente esperando a un galán que las encontrara o eligiera. A mi parecer, las rumberas se divertían de lo lindo, bailaban, fumaban, se hablaban más o menos de tú con los varones, y eran hasta cierto punto independientes.  Por lo menos eso parecia al principio de las películas, pero su situación siempre cambiaba estrepitósamente y uno descubría muy pronto en la trama que las rumberas eran asociadas a la mala vida, y castigadas al alejarlas de los ámbitos "respetables" de la moral añeja de nuestra sociedad post-colonial. Esta suerte corrían aún mis admiradas bailarinas,  aunque estas fuesen virtuosas dueñas del escenario rumbero.  Así es que a muchos tele espectadores a falta de otra cosa, nos tocaba estar expuestos a los modelos de conducta (y virtud) que propagaban las películas llamadas de la época de oro. 

Los hombres en las películas tenían distintos papeles, desde rancheros atrabancados, hasta modernos industriales o cantantes y boxeadores barriobajeros. A todos, casi sin excepción, fueran guapos o feos, les iba bien en la película, y les tocaba casarse con la bonita del cuento, que casi siempre era o la heroína romántica o la rumbera perdida.

Pero ¿qué pasaba cuando la protagonista, la que debía quedarse con el guapo y romántico galán, se dedicaba a la rumba? ¿Cómo se resolvía el asunto de la virtud femenina sin manchar el honor ni la hombría del apuesto galán? Pues con los mitos y las fantasías del amor romántico.

En películas como está en la famosa bailarina cubana Ninón Sevilla es la protagonista, ella está siendo "rescatada" de la ignominia por algún varón que se había enamorado perdidamente de ella. Estos "rescates" se hacían de muchas formas, pero en este vídeo, se muestra el perfil romántico de la opresión patriarcal. El afamado trío Los Panchos, llega a "rescatar" a Ninón de una casa de mala nota, en la que está acompañada de otras mujeres que fuman y miran a los demás conspicuamente.

Ninón Sevilla bella y rubia, derrama lágrimas muy sentidas cuando el trío amorosamente le propina la canción de música sublime y admonitoria letra: 

"Perdida, porque al fango rodaste, después que destrozaron tu virtud y tu honor". 

Sin embargo, siendo rubia de buen ver y muy apta para ser protagonista de la historia de amor , la canción la reivindica (luego de apalearla remarcándole que ha perdido el honor). 

¿Cómo es que sucede esta reivindicación? Prometiéndole que un hombre enamorado de ella, con el más puro sentimiento romántico, la salvará, sin importar que los demás no la bajen de una cualquiera. Así sigue la letra de nuestro "tierno" bolero:

"No importa, que te llamen perdida. Yo le daré a tu vida, que destrozó el engaño la verdad de mi amor".

Dice la narrativa romántica que el amor "todo lo soluciona" y "todo lo permite". Aquí vemos como el amor patriarcal y romántico, salva a la guapa heroína de las garras del burdel. Mientras ella, pasivamente se deja salvar pues no tiene otra escapatoria de esa vida más que aceptar las propuestas amorosas del "generoso" galán que la sacará de la "mala vida" y con su amor seguramente la destinará a un rol de respetable esposa abnegada. La heroína fuma y llora sentidamente la letra de tan terrible canción, que más bien suena a lapidarias sentencias morales sobre su conducta y que la pondrá toda la vida a merced de su "benevolente" salvador. Eso sí, muy, pero muy enamorado de ella. Al grado de componerle su bolero "Perdida" (Lost Woman).

Esas eran nuestras heroínas del cine, esos eran nuestros modelos de conducta, eso es lo que somos ahora, y nuestro comportamiento actual guarda reminiscencias de ese pasado cultural no muy lejano. A pesar de admirar a las rumberas y sus virtuosos pasos y quiebres de cadera al ritmo de mambos de Pérez Prado, aún desde niña sabía bien que no era una vida a la cual aspirar. Y francamente, incluso a las que les iba mejor, como a las de las películas, tenían que pasar por el aro de los atavismos románticos. A pesar de divertirse más, estas rumberas, si querían acceder al respetable amor de un galán, tenían (como Ninón lo hace) que aguantar llorando a machos románticos que con sus guitarras y sus sartas de acusaciones culposas, las zaherían en nombre de su inmaculado amor y les prometían traerlas al buen oficio del orden patriarcal. 


Caray, luego dicen que rechazar estos modelos románticos es negar el amor...pues es que este tipo de amor sí da mucho miedo, aunque las guitarras y el acompañamiento de voces sea muy bello, los modelos sociales y de comportamiento que impone no lo son.