11/30/11

Pepper-Spraying Cop UC-Davis

A couple of weeks ago there was an incident at UC Davis where a group of students were protesting peacefully at the campus and a group of police skirted pepper spray on them.

The videos and photos of the policeman calmly spraying the students, immediately circulated around the Internet. The most striking thing about this was exactly the patience and calmness that the guy showed. He did not act as if he was frightened or threatened by the students sitting peacefully and locking their elbows with each other, his attitude was more of "wait, I will get rid of this nuance. It will only take a minute." 

The UC Davis students were protesting among other things, an act of police repression that happened a few days before at the UC Berkeley campus. Where police violently dispersed a peaceful protest of students and faculty. The students at Berkeley had also locked their arms signaling peaceful resistance. In the last 45 years or so, locking arms had become the symbol of public and peaceful manifestation of disagreement. Robert Birgeneau, the UC Berkeley Chancellor wrote after the protesters were dispersed at his campus, that "linking armas and forming a human chain....is not non-violent civil disobedience." You can ask the guy in the photo above about that one!

Of course, after Birgeneau's declaration, the students protesting at UC Davis, got the whole treatment when the Chancellor Linda Katehi, authorized police to "disperse" the crowd at their campus. The police followed the order in the manner that the photography shows.

It was that show of lack of empathy, and abuse of power that caused this image to migrate very quickly into popular art imagery. Almost immediately, there were classic art works sporting the image of the pepper-spraying cop on them (more of it in a future post). 


The image of the police attacking peaceful protesters, and college students, while guarding banks (such as in the photo above), is becoming a pervasive one in our very unequal times. What is next? Special police forces in shopping centers? That could be next. 




11/13/11

Diógenes, Alejandro Magno y el Poder del Sol

Deambulando por los senderos de la web, me encontré este poema (reproducido al final de esta entrada) sobre Diógenes y Alejandro Magno, escrito por Ramón de Campoamor en el excelente blog de Gabriel Laguna "Tradición Clásica".  

Hace una década yo sólo había escuchado que Diógenes era un sabio excéntrico y como no se sabía mucho de él, no le había puesto tanta atención como a Sócrates,  Platón o Aristóteles, que han sido las bases de mi formación teórica. Sin embargo, hace algunos años y un tanto cansada de las corrientes filosóficas basadas en la épica y el romanticismo, encontré una referencia sobre Diógenes. Diógenes, al igual que su maestro, Antístenes, formaban parte de una escuela de pensamiento llamada "los cínicos" (o los canes....pues cínico o kuniko, significa perro). Los cínicos eran profundamente escépticos de cualquier axioma o creencia (de allí que en inglés, cynical sea también sinónimo de escéptico).  

Antístenes y sus seguidores, entre ellos Diógenes, renunciaron a los bienes materiales, o por lo menos al exceso de éstos y se dedicaron a fomentar una vida autosuficiente y sencilla, sin el uso de esclavos y sin mayores posesiones materiales. Recordemos que Diógenes era un ciudadano de Atenas, al igual que Sócrates y Platón, pero que renunció a su ciudadanía, o por lo menos a los privilegios que ésta le otorgaba y vivió una vida sencilla en lo material, aunque compleja en lo filosófico. Diógenes en algún momento fue capturado y vendido como esclavo mientras deambulaba fuera de la Polis (de eso hablaré en otro post). 

La escuela de Antístenes, los cínicos se convirtió en crítica temprana de la democracia y sus exclusiones: Los que querían unirse a los cínicos, dejaban de ser esclavos, aun cuando no tuvieran bienes materiales, pues la apuesta era la autarquía (autosuficiencia), de igual forma, las mujeres también eran consideradas iguales. El ejemplo de Hipparchia --una cínica muy interesante-- lo demuestra. Muchos vagaban de ciudad en ciudad, criticando las creencias y los dioses de cada una. Al final los cínicos concluyeron que las creencias y los mitos fundacionales de cada sociedad también eran relativos, así es que se mostraban profundamente escépticos de cualquier intento chauvinista de creer que el sitio en donde uno nació y creció es mejor que cualquiera, o que la cultura o el dios o dioses propios son mejores que los ajenos. ¡Vaya grandioso fundamento para una cultura más pacífica! Cosa que el romanticismo y la cultura épica no han logrado....de allí que sea tan aceptable igualar a la guerra y al amor. ¡Cuánta falta nos hace un poco de escepticismo cínico cuando nos enrolamos en peleas épicas y en propósitos románticos!

Lo más asombroso de mi primer encuentro serio con Diógenes fue saber que cuando le preguntaron que por qué había abandonado Atenas como su principal ciudad y deambulaba de pueblo en pueblo, él les contestó que porque él era un "kosmopolita" o un ciudadano del mundo. Aquí es que por primera vez se acuña ese término, que a mí me había siempre parecido elitista, pues siempre lo asociaba con gente de mucho dinero....brindando con martinis en algún sitio en Europa. No se rían, uno tiene sus asociaciones chistosas con respecto al lujo y el elitismo. 

Pero no era así, los cosmopolitas (los cínicos, o escépticos), no eran elitistas, sino todo lo contrario. Fueron los primeros críticos en serio de las exclusiones de la democracia, y fueron promotores de una vida sencilla, con comunidades políticas más o menos sostenibles, aunque éstas últimas no fueron desarrolladas por los cínicos, sino más bien por los estoicos un poco más tarde. 

Lo que más disfruté de leer las anécdotas que Diógenes Laercio (tocayo de Diógenes de Sínope) escribió 300 años después de la muerte de Diógenes, fueron los encuentros entre Diógenes y Platón, en los cuales el primero siempre mostraba su rechazo al tirano en turno, mientras el segundo (Platón) no tenía muchos problemas en ser más cortesano. Después de todo, no cualquiera renuncia a sus privilegios y recordemos que en ese entonces (al igual que en muchos lugares ahora), sólo unos cuantos tenían el privilegio de ser ciudadanos. 

En ese momento yo estudiaba el concepto de transnacionalismo migratorio, y nunca se me había ocurrido (ni se me ocurrió sino luego de algunos años más), pensar en Diógenes como un revolucionario y un crítico temprano de la democracia. Esa fue una asociación que hice después, cuando me atreví, a pesar de todas las reticencias, a utilizar el término "cosmopolita" como unidad de análisis importante para describir el transnacionalismo migratorio. ¿cómo van a ser cosmopolitas los migrantes --escuché muchísimas veces-- si son tan pobres? 

Pobres quizá, en lo material, pero no en lo cultural, al igual que  Diógenes el cosmopolita. 

Como a todos los que nos gusta y estudiamos la teoría política, muchos fuimos educados pensando que la democracia era el sistema político perfecto. Luego que crecimos e hicimos más lecturas por nuestra cuenta, nos quedamos con la idea de que por lo menos, la democracia era el sistema menos malo (dadas las alternativas). Así es que si nos dedicábamos a las ciencias sociales, era un requisito pensar que la democracia (al menos en su forma ideal) era palabra sacrosanta. 

Leer a Diógenes, y entender el cosmopolitismo como una crítica sensata a las exclusiones de la polis, fue una lectura distinta y refrescante. Una nueva forma de concebir la práctica ciudadana. Fue tan importante que al final, escribí una tésis sobre esto. Por esa razón...por el momento dejaré el comentario sobre Diógenes y su corriente filosófica (que abordaré en otras futuras entradas) para introducir ahora el poema de Campoamor. 

En este poema Campoamor describe en verso, la anécdota que cuenta Diógenes Laercio sobre el encuentro entre Diógenes de Sínope y Alejandro Magno. Este último, aparte de vivir obsesionado con la guerra, el poder y la conquista,  vivió obsesionado con Diógenes, ustedes se darán cuenta por qué.  Aquí la anécdota: 

"Estaba un día Diógenes (el de Sínope) acostado tomando el sol, cuando llega Alejandro Magno y le dice  --Yo soy Alejandro Magno--- A lo que Diógenes contesta  --Y yo soy Diógenes el cínico---. ¿Por qué no me temes? le dice Alejandro. --¿eres una buena cosa o una mala cosa? responde Diógenes. Alejandro inmediatamente le dice  --Soy una cosa buena. Entonces Diógenes replica --pues no te tengo miedo, ¿quién tiene miedo de las cosas buenas?  Alejandro contrariado le responde ---Diógenes, dime ¿qué puedo hacer por tí? A lo que el filósofo revira --por favor, hazte a un lado que me estás tapando el sol. 

Aquí el Poema de Campoamor


Las Dos Grandezas
Ramón de Campoamor




Uno altivo, otro sin ley,
así dos hablando están. 
-Yo soy Alejandro el rey. 
-Y yo Diógenes el can. 


-Vengo a hacerte más honrada
tu vida de caracol.
¿Qué quieres de mí? --Yo, nada;
que no me quites el sol.


-Mi poder...-Es asombroso,
pero a mí nada me asombra.
-Yo puedo hacerte dichoso.
-Lo sé, no haciéndome sombra.


-Tendrás riquezas sin tasa,
un palacio y un dosel.
-¿y para qué quiero casa
más grande que este tonel?


-Ricos manjares devoro.
-Yo con pan duro me allano.
-Bebo el Chipre en copas de oro.
-Yo bebo el agua en la mano.


-¿Mandaré cuanto tú mandes?
-¡Vanidad de cosas vanas!
¿Y a unas miserias tan grandes
las llamas dichas humanas?


-Mi poder a cuantos gimen
va con gloria a socorrer.
-¡La gloria! capa del crimen;
crimen sin capa ¡el poder!


-Toda la tierra, iracundo,
tengo postrada ante mí.
-¡Y eres el dueño del mundo,
no siendo dueño de ti?


-Yo sé que, del orbe dueño,
seré del mundo el dichoso.
-Yo sé que tu último sueño
será tu primer reposo.


-Yo impongo a mi arbitrio leyes.
-¿Tanto de injusto blasonas?
-Llevo vencidos cien reyes.
-¡Buen bandido de coronas!


-Vivir podré aborrecido,
mas no moriré olvidado.
-Viviré desconocido,
mas nunca moriré odiado.


-¡Adiós! pues romper no puedo
de tu cinismo el crisol.
-¡Adiós! ¡Cuán dichoso quedo,
pues no me quitas el sol!-


Y al partir, con mutuo agravio,
uno altivo, otro implacable
-¡Miserable! dice el sabio;
y el rey dice: -¡Miserable!




11/10/11

The Best Among Us

This article appeared in http://www.truthdig.com/report/item/the_best_among_us_20110929/
Written by Pulitzer Prize Winner Journalist Chris Hedges, author of the book "The war is a force that gives us meaning." 
Traducción al español al final del artículo en inglés. Spanish Translation available at the end of article. 

There are no excuses left. Either you join the revolt taking place on Wall Street and in the financial districts of other cities across the country or you stand on the wrong side of history. Either you obstruct, in the only form left to us, which is civil disobedience, the plundering by the criminal class on Wall Street and accelerated destruction of the ecosystem that sustains the human species, or become the passive enabler of a monstrous evil. Either you taste, feel and smell the intoxication of freedom and revolt or sink into the miasma of despair and apathy. Either you are a rebel or a slave.


To be declared innocent in a country where the rule of law means nothing, where we have undergone a corporate coup, where the poor and working men and women are reduced to joblessness and hunger, where war, financial speculation and internal surveillance are the only real business of the state, where even habeas corpus no longer exists, where you, as a citizen, are nothing more than a commodity to corporate systems of power, one to be used and discarded, is to be complicit in this radical evil. To stand on the sidelines and say “I am innocent” is to bear the mark of Cain; it is to do nothing to reach out and help the weak, the oppressed and the suffering, to save the planet. To be innocent in times like these is to be a criminal. Ask Tim DeChristopher


Choose. But choose fast. The state and corporate forces are determined to crush this. They are not going to wait for you. They are terrified this will spread. They have their long phalanxes of police on motorcycles, their rows of white paddy wagons, their foot soldiers hunting for you on the streets with pepper spray and orange plastic nets. They have their metal barricades set up on every single street leading into the New York financial district, where the mandarins in Brooks Brothers suits use your money, money they stole from you, to gamble and speculate and gorge themselves while one in four children outside those barricades depend on food stamps to eat. Speculation in the 17th century was a crime. Speculators were hanged. Today they run the state and the financial markets. They disseminate the lies that pollute our airwaves. They know, even better than you, how pervasive the corruption and theft have become, how gamed the system is against you, how corporations have cemented into place a thin oligarchic class and an obsequious cadre of politicians, judges and journalists who live in their little gated Versailles while 6 million Americans are thrown out of their homes, a number soon to rise to 10 million, where a million people a year go bankrupt because they cannot pay their medical bills and 45,000 die from lack of proper care, where real joblessness is spiraling to over 20 percent, where the citizens, including students, spend lives toiling in debt peonage, working dead-end jobs, when they have jobs, a world devoid of hope, a world of masters and serfs.


The only word these corporations know is more. They are disemboweling every last social service program funded by the taxpayers, from education to Social Security, because they want that money themselves. Let the sick die. Let the poor go hungry. Let families be tossed in the street. Let the unemployed rot. Let children in the inner city or rural wastelands learn nothing and live in misery and fear. Let the students finish school with no jobs and no prospects of jobs. Let the prison system, the largest in the industrial world, expand to swallow up all potential dissenters. 




Let torture continue. Let teachers, police, firefighters, postal employees and social workers join the ranks of the unemployed. Let the roads, bridges, dams, levees, power grids, rail lines, subways, bus services, schools and libraries crumble or close. Let the rising temperatures of the planet, the freak weather patterns, the hurricanes, the droughts, the flooding, the tornadoes, the melting polar ice caps, the poisoned water systems, the polluted air increase until the species dies. 


Who the hell cares? If the stocks of ExxonMobil or the coal industry or Goldman Sachs are high, life is good. Profit. Profit. Profit. That is what they chant behind those metal barricades. They have their fangs deep into your necks. If you do not shake them off very, very soon they will kill you. And they will kill the ecosystem, dooming your children and your children’s children. They are too stupid and too blind to see that they will perish with the rest of us. So either you rise up and supplant them, either you dismantle the corporate state, for a world of sanity, a world where we no longer kneel before the absurd idea that the demands of financial markets should govern human behavior, or we are frog-marched toward self-annihilation. 



Those on the streets around Wall Street are the physical embodiment of hope. They know that hope has a cost, that it is not easy or comfortable, that it requires self-sacrifice and discomfort and finally faith. They sleep on concrete every night. Their clothes are soiled. They have eaten more bagels and peanut butter than they ever thought possible. They have tasted fear, been beaten, gone to jail, been blinded by pepper spray, cried, hugged each other, laughed, sung, talked too long in general assemblies, seen their chants drift upward to the office towers above them, wondered if it is worth it, if anyone cares, if they will win. But as long as they remain steadfast they point the way out of the corporate labyrinth. This is what it means to be alive. They are the best among us.


Los Mejores entre nosotros 
Chris Hedges
Traducción Antonieta Mercado




Ya no quedan excusas. O te unes a la revuelta que está teniendo lugar en Wall Street y en los distritos financieros de otras ciudades en todo el país, o estarás en el lugar equivocado de la historia. Ya sea que obstruyas, de la única forma que nos queda, que es la desobediencia civil, el saqueo de la clase criminal en Wall Street y la destrucción acelerada de los ecosistemas que sostienen a nuestra especie, o te conviertas en el pasivo ayudante de un demonio monstruoso. O pruebas, hueles y sientes la intoxicación que deja la libertad y la rebelión o te hundes en el abismo de la desesperanza y la apatía. O eres un rebelde o un esclavo. 

Declararse inocente en un país en donde la ley no significa nada, donde hemos vivido un golpe de estado comandado por las corporaciones, en donde los pobres y los y las trabajadoras han sido reducidos al desempleo y al hambre, donde la Guerra, la especulación financiera y el espionaje interno son los únicos negocios reales del estado, en donde incluso los juicios de amparo han dejado de tener sentido, en donde tú, como ciudadano, no eres más que una mercancía que los sistemas del poder corporativo pueden usar y desechar; decir que eres inocente es ser cómplice de este demonio radical. Quedarte en las orillas y decir “soy inocente” es quedarte con la marca de Caín; es no hacer nada para ayudar a los débiles, los oprimidos y los que sufren, es no hacer nada para salvar al planeta. Ser inocente en tiempos como estos, es ser un criminal. Si no me crees, pregúntale a Tim DeChristopher. 


Elige de qué lado estás, pero hazlo pronto. El estado y las corporaciones han determinado que aplastarán este movimiento. No te van a estar esperando. Están aterrados y tienen miedo de que esto se extienda. Tienen sus falanges de policies en motocicletas, sus filas de vagones blancos y acolchonados, sus soldados rasos buscándote en las calles para cazarte con gas pimienta y redes de plástico anaranjadas. Han arreglado sus barricadas de metal en cada calle que lleva al distrito financiero de Nueva York, en donde los mandarines que visten trajes Brook Brothers, usan tu dinero, el dinero que te robaron y que usan para especular y para hartarse cuando uno de cada cuatro niños fuera de esas barricadas depende de la magra ayuda del gobierno para comer. La especulación era un crímen en el siglo XVII.

Antes colgaban a los especuladores. Hoy ellos mandan en el estado y en los mercados financieros. Diseminan las mentiras que contaminan nuestras redes de comunicación. Ellos lo saben, incluso mejor que tú, qué tan profunda y extendida está la corrupción y el robo, cómo todo el sistema está programado en contra tuya, cómo las corporaciones han cimentado una delgada clase oligárquica y un grupo de políticos cortesanos, jueces y periodistas que viven en sus pequeñas comunidades enrejadas, pequeños “Versalles” mientras 6 millones de estadounidenses han perdido sus hogares, un número que pronto aumentará a diez millones, en donde un millón de personas al año entran en la bancarrota porque no pueden pagar sus cuentas médicas y 45,000 mueren porque no tienen dinero para un hospital, en donde el desempleo real está llegando casi al 20 por ciento, en donde los ciudadanos, incluídos los estudiantes, pasan su vida entera en sistemas de peonaje, trabajando en empleos sin futuro si es que son afortunados de tener un empleo, un mundo sin esperanza, un mundo de amos y siervos.


La única palabra que esas corporaciones conocen es: más.  Están destripando todos los programas de ayuda social que nosotros los contribuyentes hemos fundado, desde la educación hasta el seguro social y las pensiones, porque ellos quieren ese dinero. Quieren dejar que el enfermo muera, que los pobres padezcan hambre, que las familias sean arrojadas a la calle, que los desempleados se pudran, que los niños que viven en los barrios pobres de las ciudades, o en las zonas rurales no aprendan nada y que vivan con miedo y en la miseria, que los estudiantes terminen la escuela sin trabajo y sin prospecto de trabajo. Que el sistema de prisiones, el más grande en el mundo industrializado se expanda para que devore a todos los disidentes potenciales, que la tortura continue, que los maestros, los policies, los bomberos, los carteros y los trabajadores sociales se unan a las filas de los desempleados, que los caminos, los puentes, las presas, los diques, las líneas de electricidad, las vías de los ferrocarriles, los sistemas de transporte metropolitanos, los autobuses, las escuelas y las librerías se desplomen y tengan que cerrar, que la temperatura del planeta aumente, que los patrones del clima enloquezcan, los huracanes, las sequías, las inundaciones, los tornados, las capas de hielo en los polos se sigan derritiendo, que los sistemas de agua se envenenen, que el aire contaminado aumente hasta que las especies mueran. 


¿A quién demonios le importa? Si las acciones de ExxonMobil o la industria minera o Goldman Sachs están arriba, la vida va bien. Ganancias, ganancias, ganancias. Eso es lo que cantan a coro atrás de esas barricadas de metal. Tienen sus colmillos incrustados en tu cuello. Si no te los sacudes te matarán bien pronto. Y también matarán a los ecosistemas, y condenarán a tus hijos y a los hijos de tus hijos.

Son muy estúpidos y muy ciegos para ver que también ellos perecerán, con el resto de nosotros. Así es que o te sublevas y los suplantas, o desmantelas el estado corporativo y luchas por un mundo más sano, un mundo en el que no tengamos que hincarnos ante la idea absurda de que las demandas financieras de los mercados deben gobernar el comportamiento humano, o todos estaremos a un salto de rana de la aniquilación de la especie humana. 


Los que están en las calles alrededor de Wall Street son la materialización de la esperanza. Ellos saben que la esperanza tiene un costo, que no es fácil ni cómoda, que requiere sacrificios e incomodidades, y al final, algo de fe. Ellos duermen en el concreto todas las noches. Su ropa está sucia. Han comido más bollos y manteca de cacahuate de lo que imaginaron podían comer. Han probado el miedo también, han sido golpeados, han ido a la cárcel, les han echado gas pimienta en los ojos hasta dejarles ciegos, han llorado, se han abrazado entre sí, han reído, cantado, hablado demasiado en las asambleas generales, han visto sus cantos naufragar en las torres de oficinas que están arriba de ellos, se han preguntado si esto vale la pena, si a alguien le importa, o si podrán declararse vencedores. Pero siempre y cuando sigan firmes en su protesta, han señalado el laberinto de las corporaciones. Ellos son lo mejor que hay entre nosotros.