Generosidad Migrante (Día Internacional del Migrante)
Antonieta Mercado
Ayer diciembre 18 fue el día Internacional del Migrante y como una conmemoración, el Frente Indígena de Organizaciones Binacionales, Junto con el American Friends Service Committee y la Fundación por el Cambio de San Diego organizaron visitas a diferentes campos agrícolas y otros lugares en donde viven los migrantes con más necesidades en la zona norte del condado de San Diego.
El FIOB junto con las otras organizaciones, juntaron cobijas, paquetes de arroz y frijoles, galones con agua purificada, paquetes con artículos de aseo personal, chamarras, lámparas de mano y otras cosas de primera necesidad. . La comitiva compuesta por varios grupos de voluntarios, se juntó en el estacionamiento del Northgate y en un círculo, todos nos presentamos para conocernos. Muchos son viejos conocidos, otros se unieron a nuestra caravana por primera vez en el frío día de diciembre.
El sitio que más me impresionó fue el primero que visitamos en un rancho que se llama Las Palmas. José González y Juan Ramón, vice-coordinadores binacional y estatal de FIOB nos guiaron hasta una colina entre un camino de terracería bastante largo que se extiende sobre unos hermosos naranjales y sembradíos interminables en laderas de árboles de aguacate.
Al llegar a la cima de la colina, vimos a un señor con el cabello cano haciéndo una pequeña fogata. "Estoy cocinando dos gallinitas para comer ¿ustedes gustan?" --nos dijo Marcos, que era su nombre, al darnos la bienvenida al campamento con una sonrisa. El campamento consistía en una casa móvil flaca y destartalada dividida en varios cuartos, con dos estufas viejas en el centro; dos campers corroídos por el óxido y otro camper más "nuevo" enfrente, estos últimos sirven de dormitorios. De la cása móvil salieron otros tres jóvenes: Julián, Gabriel, y Johan.
Juan Ramón y José de FIOB recordaron que ellos mismos vivieron en condiciones similares por muchos años en campos agrícolas, cuando llegaron como inmigrantes indocumentados en los años ochenta. "Sí, cuando nosotros llegamos también dormíamos a la intemperie, hacíamos un hoyo en la tierra y lo cubríamos con plásticos para taparnos del frío" dijo Juan cuando se presentó con los inmigrantes de Las Palmas.
"No crea, ahorita andamos de ricos –le contestó Marcos -antes, cuando llegamos nomás dormíamos así debajo de los árboles, así hemos llegado todos."
Pedro Ríos, buscando lámparas de mano para dejarles a los migrantes
en el campamento pues carecen de electricidad.
En su vida de trabajadores agrícolas en el primer mundo, Marcos y sus compañeros no tienen acceso a la electricidad en sus improvisadas y endebles viviendas. "No nos dejan jalar la luz de las casas contiguas, porque luego dicen que escuchamos música y les hacemos ruido o que no les gusta que tengamos la luz en la noche, por eso no tenemos focos para alumbrarnos. Pero no nos quejamos, tenemos trabajo y comemos bien aquí. Cada semana compramos comida para cocinar para todos. Alguien que tenga carro nos da un raite a la tienda. Somos diez los que vivimos aquí, los otros andan en el pueblo o trabajando.
Marcos vino de Michoacán hace quince años. Todavía a veces va y viene a México a ver a su familia, aunque cada vez es más difícil por los miles de dólares que tiene que juntar para cruzar. “Sí junto el dinero, luego de varios meses de trabajo, pero cobran mucho y cruzar es peligroso, aunque de todos modos me voy a ver a mi familia.”
Johan es el más jóven, y el más serio de todos. Sus ojos reflejan una madurez más allá de sus 21 años. "Es que estuve enfermo, casi no podía moverme, pero ya me siento mejor" --nos dice disculpándose por bajar al último de la "traila" (que así se conocen por estos lares las casas móviles).
Johan vino hace seis años desde el estado de Chiapas. "Me vine muy jóven, no había cumplido ni los 16 años, y ya estaba aquí. En este campamento llevo 3 años. Les mando dinero a mis familiares allá. Estoy bien aquí, el mayordomo me puso a mí de encargado del campamento, siendo el más chico" dice orgulloso.
Gabriel y Julián nos ayudan a bajar las cosas de las camionetas que llevamos. Andrea Rocha de la Fundación por el Cambio baja algunos galones de agua, mientras otros voluntarios le pasan cobijas, unas chamarras, bolsas con arroz y otras con frijoles pintos. Julián nos pide lámparas: "es que no tenemos luz en la noche." Pedro Ríos del Comité de Amigos Americanos busca entre las bolsas lámparas de mano para dejarles varias.
Juan Barrientos y Juan García de FIOB preparan el agua caliente en unos grandes termos para el café, y sacan unas cajas con muchas piezas de pan dulce al estilo mexicano. "Vengan a echarse un cafecito y un pan" les dicen. Johan y Gabriel se quedan platicando con los visitantes sin acercarse al pan, Marcos y Julián se preparan un café al igual que muchos de nosotros pues en diciembre en las montañas de Fallbrook cala el frío. Aunque Johan dice que él no tiene frío, y nos enseña sus pies en sandalias.
Con su café en la mano, Marcos nos muestra el sitio en donde se bañan: un cubo de madera improvisado, cubierto con plásticos y alejado de las casas móviles. "El plástico es por el aire" ---nos dice. "Aquí en la fogata, calentamos el agua. Pues tenemos tanques de gas muy pequeños sólo para cocinar. Ya ve, aquí hacemos todo."
José González les dice: "nosotros venimos a dejarles con mucho respeto estas cosas que colectamos como donaciones, pero queremos saber qué necesitan, tal vez les podamos ayudar en algo más." Marcos le contesta que necesitan luz, pero que no quiere que eso sea un problema con los patrones: "Pues estamos bien aquí, tenemos chamba y no queremos perderla."
Juan Ramón, Vice-Coordinador Estatal de FIOB San Diego
José les dice que tal vez un pequeño generador podría ayudar, o tal vez la compra de uno o dos páneles solares. "Vamos a ver eso, no queremos causarles problemas tampoco."
Tras un poco más de charla, y en el momento en que nos disponemos a decirles hasta luego, e irnos al otro campo de migrantes, en una muestra de infinita generosidad Johan se apresura a entrar a la traila principal de la que saca una bolsa con limones y la extiende magnánimo a una de las integrantes de FIOB: "Es que no sabíamos que venían, pero queremos darles algo para que se lleven" dice.
Johan dándo una bolsa de limones a Vanessa Ceceña, de FIOB
El recuerdo del gesto de Johan me acompañó el resto del día en las otras dos visitas que hicimos, una en otro campo de migrantes en Fallbrook, éste con mejores condiciones que el primero y el otro en un parque en Oceanside. Cuando una señora en Oceanside, muy amablemente se acerca a nosotros para agradecernos las donaciones y desearnos felices fiestas pienso: ellos no tienen casi nada, y nos dieron mucho más que sus gestos de agradecimiento. Así como los activistas de FIOB que no han olvidado cómo llegaron a este país dos décadas atrás, aunque la crisis económica haya también menguado sus bolsillos.
Campamento migrante en Fallbrook
José González interrumpe mis pensamientos cuando dice: “ayúdenme a sacar el arroz y el frijol. Este año ha estado tan malo que muchos nomás están ganando para la renta, así que esta pequeña despensa les va a ayudar a completar para la comida del diario. Agarren esta bolsa y pasenla a la gente”
Una prueba de que pese a las condiciones adversas, la generosidad no depende de tener abundantes recursos materiales para tratar a los demás con cortesía. Baste con reconocer a los demás seres humanos como dignos e iguales. Si tan solo ese sentimiento se extendiera, no tendríamos una sociedad tan polarizada, con familias que solo ganan para irla pasando, o con migrantes trabajando en barracas o viviendo en cañadas en uno de los países más ricos (y desiguales) del planeta.